Hace muchos años, cuando apareció en el mundo el Detector de Mentiras, todos los abogados y los estudiosos de la conducta humana estaban fascinados. El aparato está basado en una serie de sensores que detectan las variaciones fisiológicas de sudoración, contracturas musculares, variaciones de pulso, temblores y movimientos oculares que se producen en un individuo cualquiera cuando miente.
En aquel entonces las experiencias con La Máquina de la Verdad, como se la llegó a llamar, proliferaban por doquier.
Un día, a un abogado se le ocurrió una exploración muy particular. Trasladó la máquina al hospital psiquiátrico de la ciudad y sentó en él a un internado: J. C. Jones. El señor Jones era un psicótico y como parte de su delirio aseguraba que él era Napoleón Bonaparte.
Quizás por haber sido estudiante de historia, conocía a la perfección la vida de Napoleón y enunciaba con exactitud y en primera persona pequeños detalles de la vida del Gran Corso, en secuencia lógica y coherente.
A este señor J. C. Jones se lo sentó en el detector de mentiras y luego de una rutina de calibración, se le preguntó.
-¿Usted es Napoleón Bonaparte?
El paciente pensó un instante y después contestó.
-¡No!, ¿cómo se le ocurre? Yo soy J. C. Jones..¡Todos sonrieron, salvo el operador del detector que informó que el señor Jones MINTIÓ!
La máquina demostró que cuando el paciente dijo la verdad (que era Jones) estaba mintiendo (…¡él creía que era Napoleón!).
En aquel entonces las experiencias con La Máquina de la Verdad, como se la llegó a llamar, proliferaban por doquier.
Un día, a un abogado se le ocurrió una exploración muy particular. Trasladó la máquina al hospital psiquiátrico de la ciudad y sentó en él a un internado: J. C. Jones. El señor Jones era un psicótico y como parte de su delirio aseguraba que él era Napoleón Bonaparte.
Quizás por haber sido estudiante de historia, conocía a la perfección la vida de Napoleón y enunciaba con exactitud y en primera persona pequeños detalles de la vida del Gran Corso, en secuencia lógica y coherente.
A este señor J. C. Jones se lo sentó en el detector de mentiras y luego de una rutina de calibración, se le preguntó.
-¿Usted es Napoleón Bonaparte?
El paciente pensó un instante y después contestó.
-¡No!, ¿cómo se le ocurre? Yo soy J. C. Jones..¡Todos sonrieron, salvo el operador del detector que informó que el señor Jones MINTIÓ!
La máquina demostró que cuando el paciente dijo la verdad (que era Jones) estaba mintiendo (…¡él creía que era Napoleón!).
Jorge Bucay
4 comentarios:
En ocasiones, la verdad no debe primar ante otras cosas...aunque tenga su aquel y su parte interesante...
Tampoco estoy haciendo apología de las mentiras!!! a ver si alguien con personalidad vulnerable va a tomar esto como licencia para mentir sin ton ni son.
Yo soy la el Papa Borjia... por eso me gustan tanto las mujeres!
jajajaja
Y sin máqina de la verdad!
Saludos y un beso guapa
Jajajajaja, muy bueno...ya me contarás cuando encuentres a Lucrecia.
Pero un consejo: desconfia de sus anillos.
Beixos.
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