Subiendo las escaleras... Subirlas hasta el segundo es el trabajo más complicado.
Una vez que entro en el portal, ya no acertaría ni a decir como me llamo. Allí mismo, mientras busco como se enciende la luz de esas escaleras en penumbra, comienza en mi cabeza la tamborada. Doy un paso, y otro y otro para subir uno, dos, tres, cuatro escalones. Parece que el corazón se va a salir del sitio que le corresponde.
Una vez que supero el primer piso, comienzo a sentir las pulsaciones a mil por hora. Es la sensación que deben de sentir los que van a un lugar donde todo escapa a su control, donde te sientes tan pequeño, que resulta ridículo que existas.
Para compensar estos segundos de extraña agonía, se me recompensa en lo alto con una sonrisa, y esa mirada de niño pequeño, despeinado... lleno de conocimientos útiles.
Una vez que entro en el portal, ya no acertaría ni a decir como me llamo. Allí mismo, mientras busco como se enciende la luz de esas escaleras en penumbra, comienza en mi cabeza la tamborada. Doy un paso, y otro y otro para subir uno, dos, tres, cuatro escalones. Parece que el corazón se va a salir del sitio que le corresponde.
Una vez que supero el primer piso, comienzo a sentir las pulsaciones a mil por hora. Es la sensación que deben de sentir los que van a un lugar donde todo escapa a su control, donde te sientes tan pequeño, que resulta ridículo que existas.
Para compensar estos segundos de extraña agonía, se me recompensa en lo alto con una sonrisa, y esa mirada de niño pequeño, despeinado... lleno de conocimientos útiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario