domingo, 12 de abril de 2009

Aún sigo balanceandome.



La red de seguridad no existe en la vida real. Cuando te subes al trapecio, arriesgando tu ego, y comienzan a temblar las piernas en los cinco primeros segundos antes de saltar, piensas "Que mas dá, si no soy yo será otro", y ¡allá vas!


No tienes planeado efectuar un salto mortal, ni nada complejo...solo balancearte un rato, y a ver que pasa. Otro día, quizá, hagas algo más arriesgado. Hoy no.


Esperas las manos que se supone tienen que sujetarte desde el otro trapecio - tu siempre tienes tus brazos extendidos por si eres al que le toca sujetar-. Y cuentas: uno, dos, tres... cuando vas a lanzarte, ya no están.
Entre acostumbrada a la situación y sorprendida, te quedas colgando unos minutos. Luego te vas bajando poco a poco como puedes.
Ya con los pies en el suelo, te das cuenta de pronto que vuelves a estar como estabas: abajo, deseando subir una vez más, deseando que te tiemblen las piernas una vez más, antes de saltar una vez más y ver esas manos extendidas, que sabes que no van a cogerte.
Dolida? Algo... Pero nada de lo que no puedas reponerte con el humor ácido y la sátira.
La próxima vez? Volverás a contar hasta tres, y hasta cuatro, y hasta cinco...siempre esperando con los brazos estirados, si, pero mirando de reojo.