Los pies de este Carballo, plantado por mi bisabuelo (el padre de mi abuelo paterno) fueron el lugar de descanso de muchos de los habitantes de mi pueblo durante años. La gente aprovechaba su sombra en los meses calurosos. Alguna vez se vió a alguien sacar fotos a este vetusto árbol cuando su imagen era la de un carballo redondo, achaparrado. Hace unos días lucía esbelto, con sus ramas más altas casi rozando las estrellas.
Ahora, apenas le quedan dos de sus ramas principales. Mutilado. Dañado.
Alguno dijo que no sobreviviría a algo así, pero hoy hemos comprobado que empiezan a brotar nuevas ramas que, quien sabe?, puede que den sombra a otras personas y que vengan a sacar fotos como la que yo hice hoy (con el movil, nunca llevo la cámara cuando me hace falta) cuando sea un árbol milenario.
Herencia de una familia, no cuantificable en dinero.
1 comentario:
Carajo con el árbol... es ENORMEEEE
Saludos y un abrazo!
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